Para mujeres como yo solo hay de dos sopas, o no son novias
o los son para siempre, típica combinación de una familia tradicional cristiana
y una educación en las artes y los oficios de dar placer con la boca y claro
las otras artes.
Así pasa con las mujeres como yo, tenemos de dos sopas.
He pensado repetidamente en mi tatuaje en el cuello y me
descubro fantaseando con que dirá la familia; ¿qué dirá la familia de eso y de
que tuve un encuentro sexual prohibido en la cocina de la abuela?. En esa que
me resguardaba cuando a los 8 me imaginaba que seguro un clan extraterrestre me
había dejado ahí con una misión de mártir, y que vendría por mi, vendría a
rescatarme, eternamente miraba las ventanas esperando los platillos voladores,
mientras se deformaba mi conciencia entre el empedernido racismo y clasicismo
de mi abuela y la solapadora frialdad de unos padres que me esperaban a su imagen y semejanza, aunque
la vida solo les concedió que fuera “esto”, yo misma.
¿Qué dirá la familia de mis actividades nocturnas?, de la dudosa procedencia de mi
vida sexual, marital, extracurricular, curricular e intima camuflada en un
silencio cómplice? Y si muy cómplice: Cómplice del tío homosexual closetero que
se resguarda tras la venta de ropa y cómplice también del rechazo al otro tío,
que se tuvo que ir casi al extremo del mundo para vivir una vida sexual
abierta. Cómplice en el silencio que además aprendió los artilugios de mentir.
Porque para mentir no hay que saber demasiado, basta con
conocer más de debilidades que de fortalezas, las fortalezas déjenlas a
recursos humanos cuando estén respondiendo aquellos cuestionarios degradantes
que castigan con humillación la necesidad de comer, y ya no se diga la de
tener, de poder y peor aún de llegar a ser.
Lo importante en este arte de mentir en realidad son esas
cosas de las que se habla poquito en los cuestionarios, en la tele, en las
primeras citas o después del sexo, son las debilidades, esas “cualidades” de
las que están inundados los parajes del amor, del temor y del ensueño, los
secretos que verdaderamente nos unen a través del tiempo.Y para esas
debilidades como para las mujeres como yo, hay de dos sopas, o aprendes a
mentir o empiezas a enamorarte, a perderte, a aventurarte y a tener miedo.