Tu no pudiste adivinarme y yo si, adiviné tus carencias y
huí.
Entonces fui tan amenazadora que no me perseguiste, me
tuviste terror y rencor, esa mezcla mortal de sentimientos devastadores que te alejaron
de mi llevándote a una imagen de odio que al final era ensueño.
Me volví así tu sueño, tu perfecta narración del mal, tu
esquema preciso de la mujer que no querías, y ¡cuánto me querías!, ¡cuánto me
deseabas!, ¡cuánto me anhelabas y me perseguías en tu mente!, y yo que te
esperaba, yo que te quería, y tu que te callabas.
Yo para ti, al final, fui un profundo silencio