2007/09/30

Seda

El libro le dijo que tomaría su cuerpo, que sus páginas recorrerían sus entrañas, y que lo llevaría consigo en la mente, en los labios y en la piel.

El libro le dio la pasión de sus intrincadas letras y la chica le entregó su piel blanca para que conspirara en ella, e intercambiaron mentiras y verdades durante 20 noches y 21 días.

Luego… al libro se le acabaron las historias y ella comenzó a cansarse de leer una y otra vez el cuento que los había mantenido juntos, como si lo que los uniera fuera una especie de magia de seda que estaba mucho más allá de las letras, una magia tan delgada y tan frágil que con el paso de los días fue inútil hacerla vivir.

Su trozo de seda, murió tan silenciosamente, que no dejó rastro alguno, ambos construyeron su unión como en los tiempos de los ardientes lazos fantasmales.

Se inventaron que los cuentos eran nuevos, se inventaron que ya no leían en voz alta porque la luna opacaba el aura sonora de sus palabras, se inventaron que su amor era fuerte y no era necesario permanecer cercanos.

Ella ya no dormía con el libro en su regazo, ni leía en voz alta, a veces aún leía; líneas aisladas dejando el libro al lado y fingiendo dormir mientras él se cerraba.

Ninguno de los dos dijo nada, todos hacían lo mismo en aquella calle.

Cuando se conocieron criticaron la falta de coraje para dejar de lado una relación muerta, cuando se amaron, juraron por su amor que si llegara a perderse el trozo transparente de seda lejana que cubrió cada instante su lazo nocturno, escaparían de noche uno del otro llevándose el buen recuerdo de sus insomnios.

No sabían que al jurar por el amor, te puedes deslindar fácilmente cuando este se acaba.

La ironía es que ninguno olvidó, ambos lo recordaban, el libro se sabía incapaz de cambiar su cubierta, de modificar sus escritos releídos una y mil veces, de extender sus hojas para pedir otra vez perdón y ella… Ella añoraba ya tan poco que casi no añoraba; pero ambos recordaban todos los días con su cruel resentimiento, la noche de las promesas que parecían posibles, la noche de su futuro con la mano en la Biblia, la noche que por el amor, hicieron el amor, con vistas al para siempre.

2007/09/28

Dios(es) y hombres

Rompemos corazones subjetivos todo el tiempo, y a la vez reconstruimos soledades sin darnos cuenta de nada, nuestro camino por el mundo es como si subiéramos al micro con la enorme mochila de excursión, terminamos golpeando a la señora de la canasta y rompiendo la mitad de los huevos que compró pal desayuno, nalgueando a un señor de traje, muy decente que tiene cara de homosexual de closet, y sirviendo de soporte a una niña pequeña que estaba apunto de caer y que se salvó porque el transporte estaba tan lleno que fué como si no cayera al piso. Todo sin darnos cuanta, hacemos esos comentarios graciosos que alarman a las amas de casa, excitan a los barones y hacen reír a los jóvenes hasta el amanecer, y poco nos damos cuenta, como poco se dan cuanta los otros de que también nos empujan, nos pegan y nos tortean, todos andamos con una mochila muy grande en un transporte muy pequeño dirigido por un ser muy inconsciente que no se rige por ninguna especie de reglamento de transito ni mucho menos, y une y separa nuestros caminos cual separar la ropa blanca de la de color, provocando que intercambiemos mirdas de sorpresa, en lo topes, en los altos y en las paradas.
Y solo de una cosa podemos estar seguros, nada es seguro, quien sabe si llegaremos a nuestro destino, quien sabe si el chofer nos deje vajar algun día para que cambiemos de destino, de camino y de ruta, solo nos queda disfrutar el viaje y aceptar que de cualquier forma, solo uno puede conducir y nosotros, no estamos al mando.